Era costarricense, pero llegó a México cuando era una adolescente. Conocida intérprete de temas como La Llorona y El último trago, Vargas nunca le tuvo miedo a la muerte y consideraba que ese momento le permitiría trascender.
Los mariachis de la plaza Garibaldi de la capital mexicana recibieron junto a la cantante Eugenia León los restos de Chavela Vargas para acompañarla hasta el Teatro de Bellas Artes, donde se instaló la capilla ardiente. Así, sus compatriotas de adopción —nació en San Joaquín de Flores (Costa Rica)— pudieron rendirle un último tributo. Luego de la incineración de los restos de Vargas sus cenizas fueron esparcidas en el cerro del Chalchi, frente al que ella tenía su casa de Tepoztlán (Morelos).
Una cantante incansable
Hasta que se apagó la voz rota con la que hizo llorar a millones, la verdadera patria de la Vargas fue la rebeldía con la que destrozó un tabú detrás de otro y de la que extrajo las fuerzas para seguir en los escenarios hasta el final. La artista dejó más de 80 discos interpretados de un modo inolvidable hasta que la muerte vino a buscarla, seguramente con la imagen de La Catrina.
Era chamana, orgullosamente chamana, decía. Las perpetuas gafas oscuras, el rostro arado por mil surcos, unas piernas maltrechas que acabaron descansando en silla de ruedas y una garganta que se perdía no consiguieron borrar la rebeldía satisfecha que desplegaba en cada sonrisa.
Ella estaba convencida de que su muerte iba a ser dulce. Así soy yo. Voy a detener mis pasos una mañana temprano, o un atardecer, como quiera, no me cuesta, avisaba en un reciente encuentro con los medios de comunicación en su casa. Hizo una petición, que la despidan con esa canción mexicana que tantas veces cantó e inmortalizó La Llorona: Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío. Aquí os dejamos un vídeo de Chavela Vargas cantando este tema:
Fuente: s21.com.gt