Numancia: la forja de un mito

Juan López/ICAL “Después de 11 meses de asedio, en el verano del 133 a.C., los numantinos supervivientes rindieron la ciudad. Lo peor para el concepto celtibérico del honor no era el sufrimiento de pasar hambre, sino el no poder morir luchando y que su espíritu fuera transportado a la deidad celeste. Eso lo conseguían siendo alimento para los buitres”. El soriano Alfredo Jimeno, director del equipo arqueológico de Numancia y profesor de la Universidad Complutense, resume lo que ocurrió en agosto de aquel fatídico año y el daño causado por las tropas romanas de Escipión. La ciudad fue arrasada, “destruida de raíz”, aseveró Cicerón.
El Cerro de La Muela de Garray observa hoy, con holgura, todo su pasado. No sólo el castro lo recuerda, sino el inmenso patrimonio encontrado. El monumento conmemorativo levantado en 1904 en honor a los héroes numantinos -a expensas del mecenas Ramón Benito Aceña-, vislumbra ahora 2.150 años de historia que sirven para conmemorar en 2017 la toma de la ciudad y una cultura irreductible que, con el paso de los años, ha fraguado un mito y tiene su culmen en la consolidación de un símbolo convertido en yacimiento vivo.


Rodeada estratégicamente por una amplia llanura y por los ríos Duero y Merdancho, Numancia es algo más que una ubicación en un mapa y un lugar de tránsito turístico y arqueológico. “El ambiente que lo rodea ya nos dice algo”, rememora Jimeno, quien deja a un lado su trabajo universitario para dedicar una mañana a Ical y recorrer, paso a paso, las razones que llevaron a este pueblo celtíbero a encaramarse en lo alto de la simbología, utilizada a lo largo de la Historia como epopeya para instigar a otras tropas militares. No en vano, ha inspirado numerosas obras literarias e históricas, desde los griegos y los romanos hasta grandes autores como Miguel de Cervantes. Desde hace siglos, Numancia ha supuesto un mito de referencia para los pueblos que han luchado por su independencia y libertad.
El tamaño de la gesta es apreciable. Una población de unos 1.500 habitantes, según las estimaciones de Jimeno, que lograron reunir a 8.000 guerreros de localidades celtibéricas cercanas, frente a dos ejércitos romanos, los de Escipión, que sumaban 60.000. Fue el germano Adolf Schulten el que situó la llegada de Escipión a Numancia en septiembre del año 134 a. C.; y extendió el asedio durante 11 meses hasta culminar en el verano del 133. “Los numantinos murieron por inanición”, argumenta Jimeno. “Bastante aguantaron contra ese ejército y durante tanto tiempo”, prosigue.
“Los romanos arrasaron todos los cultivos del valle del Ebro para acabar con los víveres. Y mandó traer a cada legionario y mercenario una estaca que se clavó alrededor de Numancia para que sus habitantes se sintieron acorralados. El cerco se construyó sobre esas piezas, con cinco metros de base de piedra y dos superiores”, rememora el experto.

Último intento

Alfredo Jimeno, apostado junto al símbolo de Aceña, desde donde se vislumbran los cuatro costados de Numancia y los siete campamentos romanos, recuerda que en la primavera de 133 a.C, el jefe Retógenes y varios numantinos superaron el cerco en busca de ayuda en otras ciudades arévacas, pero “su frustración fue máxima” al encontrarse con guerreros temerosos a represalias”. Tal fue este miedo, relata Jimeno, que a pesar de lograr el apoyo de los jóvenes de la cercana Lutia, los numantinos no consiguieron el de los ancianos, que echaron al traste la estrategia al interceder ante Escipión, en un ‘chivatazo’ de época, que le costó el corte de la mano derecha a 400 luchadores.


2.150 años después es difícil creer que un pueblo aguantó durante tantos meses el asedio de las tropas romanas, estratégica y técnicamente más avanzadas. Para ello, los habitantes de Numancia, ciudad más grande que el actual yacimiento, “cocían los cueros y las pieles para comer”. “Incluso, se llegaron a matar para alimentarse con carne humana”, sostiene el arqueólogo.
En esta situación, recuerda Jimeno, los numantinos intentaron negociar ante Escipión para alcanzar una paz “digna”, pero el prestigioso general romano “les exigió una paz sin condiciones”. “Entonces les pidió que dejasen las armas en un lugar establecido y se presentasen en otro sitio. Numancia se negó a sabiendas de su futuro: la muerte o la esclavitud. Por ello, muchos se quitaron la vida”, relata el experto. Pero un día después de la fecha pactada, los numantinos rindieron la ciudad. Según narraron autores romanos de la época, la imagen que vieron los soldados al adentrarse más allá del cerco era “desoladora, donde cada uno se había tomado la muerte a su manera y la ciudad emanaba un olor nauseabundo”, según recuerda milenios después Alfredo Jimeno.
El sufrimiento del pueblo no concluyó ahí. El arqueólogo sostiene que entre aquellos que entregaron la ciudad, algunos fueron vendidos como esclavos y otros fueron trasladados a Roma para formar parte del “desfile triunfal” de Escipión en el 132 a.C. quien finalmente venció a Numancia y, sin saberlo, convirtió a este pueblo, hoy en Garray, en gesta histórica.

La nueva conquista

Tras su conquista por Escipión en el año 133 a.C., el asentamiento fue ocupado un siglo después y se alzó en una ciudad mayor, construida sobre las ruinas de la celtibérica, pero con las crisis del Bajo Imperio Romano se despobló y mantuvo una pequeña localización residual en época visigoda y altomedieval. Durante la Edad Media se perdió su memoria y llegó a ser confundida con Zamora y Soria. “Se conocen asentamientos en Numancia desde hace 4.000 años”, incide Jimeno.
El primer plano no se publicó hasta el siglo XVIII. En el XIX trabajó Saavedra y fue Schulten el que comenzó las excavaciones arqueológicas en 1905 -ayudado personalmente por el propio Saavedra-. Pero la comisión de investigaciones de Numancia ejecutó los trabajos hasta 1923. Del experto alemán, que regresó a su país con la entrada de la conocida comisión, se dice que fue un ‘gran descubridor’, pero también se le calificó por otros de ‘expoliador’ por llevarse los hallazgos a su país. “Él había venido a conocer el terreno
El castro numantino cuenta hoy con un turismo más sostenible. Llegan 35.000 personas al año, frente a las 50.000 de 2005, pero ahora “con guía y con un coste” frente a la gratuidad de hace más de un decenio. Dispone de un aula interactiva y una casa celtibérica que permite conocer la vida diaria de sus habitantes. La visita se completa con el Museo Numantino, en Soria, que alberga un robusto patrimonio, entre los que destacan elementos cerámicos del pueblo celtibérico, principalmente vasijas, así como de el ‘caballito’ de Soria en diferentes metales, donde prima el cobre. “La simbología era prioritaria entre los celtibéricos”, remarca el director del Museo, Elías Terés, quien explica que la infraestructura, con carácter provincial, esconde piezas que datan de la época de las guerras celtibéricas, entre los años 181 a.C. y el fin de Numancia.
Hoy en día se guardan más de 13.000 piezas de diferente simbolismo: copas, vasijas y jarras de vino que “hablan de la vida cotidiana de estos pueblos”, con el ‘vaso de los guerreros’ como una de las “joyas”; báculos de ‘prótomos’ de caballos, algunos enfrentados, que explican la “dualidad” de esta cultura; fíbulas (agujas) e imperdibles que “ofrecen una información preciosa de todo lo que ocurrió”; trampas celtibéricas; restos de trompetas para la batalla, etc. Incluso, algunas piezas recuerdan al surrealismo de Picasso.
Es visible también en el museo la iconografía en torno a la muerte. El principal ritual dirigido a los guerreros que morían en combate consistía en depositar sus cadáveres en determinados lugares para que fueran comidos por lo buitres, “considerados como intermediarios”, como informa Terés, o ‘psicopompos’, “entre el mundo de los humanos y el de los dioses, ya que al mismo tiempo que descarnaban su cuerpo transportaban su espíritu directamente a la deidad celeste”. “Este ritual era considerado más puro que la incineración, ya que evitaba el contacto con la tierra”, comenta.
Con motivo de la celebración del 2.150 aniversario, el Museo ha prestado 104 piezas a la exposición ‘Schulten y el descubrimiento de Numancia’, que tiene lugar en el Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares. Terés mantiene una versión sobre la figura del investigador alemán. “Se llevó las piezas legalmente en base a la legislación del momento. Dijo que las devolvería. Y lo hizo en parte. España puede reclamarlas poniéndose de acuerdo con Alemania”, sentencia.
Sea como fuere, Numancia es hoy el recuerdo de un mito. Huele a naturaleza y piedra, patrimonio, arqueología e investigación. A I+D+i… Sólo en el ambiente pervive, en la lejanía, el dolor que aquel pueblo vivió durante 11 meses de asedio que, sin saberlo, convirtieron su gesta en epopeya.

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