Pedro González Hace mucho, mucho tiempo, a un hombre o mujer (vaya usted a saber), le dio por tomar un trozo de piedra y garabatear unas figurillas humanas en la pared de su cueva. Otros empaparían sus manos con sangre animal y decorarían sus rupestres cuartos como hoy hacen los pequeños en las guarderías con las acuarelas. Jackson Pollock haría tiempo después algo parecido, se le llamaría Action Painting, pero ahora no viene al caso. Volviendo al inspirado caso del prehistórico o prehistórica; ¿estaríamos ante los primeros ejemplos de graffiti de la historia? Parece ser que no. Atendiendo naturalmente a la definición que del mismo nos da la Real Academia de la Lengua Española: 1. m. Firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente.
Lo sentimos por nuestros entrañables personajes de las cavernas, como no sabemos si tenían o no autorización para esbozar figurines y animales sobre las rocas, pierden el rango de primeros grafiteros de la historia.
¿Dónde encontramos pues a los primeros transgresores urbanos de la línea del tiempo? Parece ser que en las principales culturas de la Historia Antigua: Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma. Aquí ya podemos atisbar síntomas de ilegalidad en lo que nos dejaron. Y para centrarnos un poco más en el tema, hablaremos de los romanos, quienes parecen tener todas las papeletas de ser de los padres del terrorismo mural histórico.
La importancia de la ciudad como centro principal de la vida del romano la convierte en el marco
idóneo para que los traviesos habitantes del la Península Itálica den rienda suelta a su imaginación. Por las paredes de los principales núcleos, y al igual que ocurre hoy en día se podían ver infinidad de «pintadas» de toda índole y tinte; las políticas eran muy comunes: «tal edil o cuestor era un cornudo»; otras muy clásicas como «fulanito estuvo aquí»; y las más recurrentes las amorosas: «yo, corazón, nombre de la amada» y sexuales que se solían ver cerca de los burdeles, haciendo referencia casi siempre al trato recibido en el local. Una de las más conocidas es la de la casa del panadero de Pompeya. Hoy todo un símbolo de la cultura urbana de aquella época. Un gran falo en relieve con la inscripción aquí habita la felicidad. Ahora esa manifestación que podríamos considerar impúdica es conservada y expuesta al público como testigo de la cultura y personalidad de una civilización. Y en ese sentido podríamos considerar que aquel miembro esgrafiado en la casa del panadero forma hoy parte del patrimonio Histórico Artístico de la humanidad.
¿Qué pasa hoy en día?
Aquellos bosquejos de la antigüedad no tienen nada que los diferencie de que lo dando una vuelta por cualquiera de nuestras ciudades podemos ver, salvo unos cuantos siglos que los separan. Entonces, si queremos considerar que las andanzas callejeras de los romanos son dignas de formar parte de la Historia de Arte, qué hacemos con mi vecino el «Jonny» y su dedicatoria amorosa a la «Jenny».
Es obvio que en los graffitis que salpican las calles, los puentes y los vagones de tren podemos ver diferentes manos que con mayor o menor estilo dejan un reflejo de sus impresiones vitales. Pero ahí va lo bueno: ¿debemos considerar Arte cualquier manifestación pictórica urbana que veamos, o sólo las que nos parezcan bonitas? o ninguna de las dos, quizás.
Entrar en el terreno del concepto de Belleza y de Arte es meterse en demasiado lío para esta pequeña columna semanal, así que su estudio y valoración queda al juicio del lector. Simplemente concluyo con una pequeña reflexión.
Cada vez son más los municipios que ceden superficies e incluso contratan a graffiteros para decorarlas. Desde luego es una excelente forma de promover esta modalidad pictórica urbana, pero, ¿siendo aceptado por las instituciones pertinentes, el graffiti deja de tener sentido como método de manifestación libre y transgresora? ¿Es más artista el que es aceptado y conocido por su trabajo o el que sigue garabateando firmas «de tapado»? y la última, ¿estamos en disposición de juzgar lo que es Arte y lo que no, o debemos esperar a que dentro de cinco siglos lo consideren los que vendrán después?
Nadie fue profeta en su tierra, y la gran mayoría de los artistas de caballete y academia fueron bien criticados en su tiempo. Recuerden que Courbet tuvo que montar un tenderete paralelo a la Exposición Universal de París en 1885. Su Arte fue duramente rechazado; hoy se estudia en todos los manuales. Puede que ocurra lo mismo con el Graffiti…