Universitarias del siglo XVI y precursoras de la igualdad

Carlos Tabernero En el año del ‘MeToo’  y la reivindicación por la igualdad salarial y en todos los ámbitos de la vida profesional y personal entre mujeres y hombres, la Universidad de Salamanca cumple 800 años. Y entre los múltiples méritos del templo del saber salmantino, cuarto Estudio en el mundo por antigüedad tras Bolonia, París y Oxford, también se encuentra el de contar con la primera mujer estudiante y la primera docente de una universidad en el mundo. Se trata de dos coetáneas, Beatriz Galindo ‘La Latina’ y Luisa de Medrano, tradicional y erróneamente conocida como Lucía, que entre finales del siglo XV y principios del XVI echaron abajo el cerrojo que impedía a las mujeres, hasta entonces, estudiar en la universidad, y consiguieron abrir un camino por el que ahora, en la Usal, más de un 50 por ciento del alumnado y casi la mitad del profesorado (1.147 mujeres frente a 1.365 hombres en 2016, según los datos de la Unidad de Igualdad del Estudio salmantino) son del género femenino.

El caso más conocido de entre estas dos mujeres es el de Beatriz Galindo. Nacida en Salamanca el 17 de marzo de 1465, como especifica la propia Universidad de Salamanca desde su Oficina del VIII Centenario, “fue, probablemente, la primera mujer universitaria del mundo”. Y es que, tal y como especifica la autora Almudena de Arteaga en la obra ‘Beatriz Galindo, La Latina: maestra de reinas’, Galindo procedía “de una familia de humildes hidalgos que vivía a pasos contados de las bulliciosas aulas del alma máter salmanticense”, la Universidad de Salamanca, en cuyas aulas pasó “su primera juventud, impregnándose del espíritu universitario que había convertido su Estudio General en referencia del saber humanista de finales del siglo XV”. Así, entre escolares y maestros, entre quien estuvo el autor de la primera Gramática de la Lengua Española, Antonio de Nebrija, “alimentó su afán por aprender y enseñar”.

Desafiando las convenciones de la época, que dejaban la formación académica para los hombres y destinaban a las mujeres a las labores domésticas, Galindo consiguió, gracias a sus estudios de Latín, “el reconocimiento de sus insignes contemporáneos por su excelsa instrucción”. De hecho, de su conocimiento sobre la lengua clásica le sobrevino el nombre de ‘La Latina’. Todo ello provocó que, cuando apenas contaba con 16 años, pasase a formar parte de la corte de los Reyes Católicos, primero como preceptora y consejera de la reina Isabel y, posteriormente, como instructora de sus cuatro hijas: Juana, Catalina, Isabel y María. Beatriz Galindo falleció en 1534, años después de la muerte de la monarca española.

Por su legado, Salamanca le dedica un Colegio de Educación Infantil y Primaria situado en el barrio Vidal de la capital salmantina. No obstante, su más famoso ‘reconocimiento’ se encuentra en la capital de España. Y es que el céntrico y afamado barrio La Latina de Madrid le debe su nombre a la preceptora y consejera de la reina Isabel ‘La Católica’, tras fundar allí el antiguo hospital de la calle Toledo. De hecho, en aquel lugar se encontraban los sepulcros de Galindo y su marido, el general Francisco Ramírez, que fueron trasladados a la Casa Museo de San Isidro tras el derribo del edificio del hospital a principios del siglo XX. Además, Beatriz Galindo también es el nombre de una calle de dicho barrio, la que se encuentra entre la calle de Segovia y la plaza de San Francisco, junto al jardín de Las Vistillas.

Luisa convertida en Lucía

Pero si el caso de Beatriz Galindo no es tan conocido, aunque sí relevante, como el de otros grandes estudiosos de la época que pasaron por la Universidad de Salamanca, como el propio Nebrija, Francisco de Vitoria o Fray Luis de León, aún menos lo es el de la segunda mujer que cruzó las puertas del Estudio salmantino para colmarse de conocimiento e, incluso, impartirlo a sus coetáneos masculinos. Luisa de Medrano, a quien se conoce erróneamente como Lucía, fue la “primera mujer profesora universitaria del mundo” de la que existe constancia, ya que tal y como figura en el cronograma histórico realizado por la Oficina del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca para conmemorar la efeméride, “dictó clases de Gramática en el curso 1508-1509”, en sustitución de Antonio de Nebrija.

Los pocos datos que se conocen del paso de Luisa de Medrano por el Estudio salmantino se deben, como explica el escritor guadalajareño Tomás Gismera, autor de ‘Luisa de Medrano: La primera mujer catedrático en Europa’, a las palabras que dejó el humanista siciliano Lucio Marineo Sículo. Y es que a su paso por la Universidad de Salamanca entre finales del siglo XV y principios del XVI, este erudito destacó la “elocuencia y sabiduría” de Medrano, así como su “profundo conocimiento” del Latín, asignatura que sin duda impartía junto a la de Derecho Canónico, tal y como explicita en un escrito el catedrático y rector de la Universidad de Salamanca en 1513, Pedro de Torres, al referirse a una lección de Medrano el 16 de noviembre de 1508.

De los textos de Marineo Sículo viene precisamente la confusión con su nombre, al trasladar este autor siciliano el nombre de Luisa al latín, por lo que comenzó a nombrarse en el siglo XIX, “cuando empieza a conocerse y darse a conocer el legado de Luisa de Medrano”, como Lucía. Así lo explica Gismera, nacido en la localidad guadalajareña de Atienza como la primera profesora de la historia de la Usal, quien lamenta que “en la provincia de Guadalajara y en Atienza, donde nació, nadie haya sacado el nombre de Luisa de Medrano a relucir, al contrario que ocurre en Salamanca”, donde cuenta con el Salón de Claustros del Edificio Histórico de la Usal y un Instituto de Educación Secundaria con su nombre. Y es que Luisa de Medrano, fallecida en 1512, “se enfrentó a un mundo de hombres y triunfó en una época en la que el hombre relegaba a la mujer a servirle”.

Conocimiento como finalidad

El legado de Beatriz Galindo y Luisa de Medrano, que hoy se intenta recuperar desde la Universidad de Salamanca para poner en valor la presencia de dos mujeres entre sus aulas en los albores del siglo XVI, es el de “unas pioneras valientes que persiguieron la idea del conocimiento como finalidad”. Así las define la profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Usal, Soledad Murillo de la Vega. Especializada en Derechos Humanas y Políticas Públicas e Igualdad, Murillo reclama al Estudio salmantino “que las reconozca”, puesto que aún se tiene “una asignatura pendiente con la igualdad”.

“Tenemos solo tres mujeres doctoras honoris causa en 800 años: Santa Teresa de Jesús, la científica Kristen Kyelberg Olsen y la abogada salmantina María Telo, que eliminó la licencia marital obligatoria para viajar, trabajar y estudiar”, explica Murillo, quien critica así el “peso rancio de la tradición” del Estudio salmantino, que se expande al resto de universidades del entorno español y europeo. Por ello, quien fuera secretaria general de Políticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo entre 2004 y 2008, pide a la universidad “recuperar el talento sin fijarse en quien lo tiene”.

Y alude también Murillo a “dejar de silenciar” el legado de mujeres como Beatriz Galindo, Luisa de Medrano o Feliciana Enríquez de Guzmán, quien apenas unas décadas más tarde que las dos anteriores, pero dos siglos y medio antes que Concepción Arenal, entró en las aulas de la Universidad de Salamanca vestida de hombre para poder estudiar Teología y Astrología. “Ellas son las precursoras, las primeras en romper las reglas, y las que hicieron que muchas otras, aunque fuera siglos más tarde, dejaran de estar condenadas a una vida sin conocimiento”.

Foto: Estatua de Beatriz Galindo en la Plaza de la Puerta del Ángel, en Madrid, del escultor José Luis Parés Parra / Juan Lázaro

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