César Combarros Desde bien chico, Enrique Corominas (Valladolid, 1969) supo que su sueño era ser dibujante de cómics. Ávido lector de los tebeos que caían en sus manos, la apertura de Quiosco-Cómic, la tienda especializada de Fernando Bernadón en la calle Duque de la Victoria de su ciudad natal, le abrió un universo de magia e historias con posibilidades infinitas, al que dedicaría su vida. Autodidacta, lleva tres décadas dedicado profesionalmente al oficio, donde se ha consagrado gracias a obras maestras como ‘El retrato de Dorian Grey’ (Diábolo, 2012), reconocida con el XII Premio de la Crítica al Mejor Dibujo, aunque es consciente de que, para muchos, pasará a la historia como el ilustrador de las portadas en castellano de ‘Juego de tronos’, una tarea a la que lleva encomendado desde que en 2002 viera la luz la primera entrega. Y en esta entrevista con Ical desvela que ya trabaja en óleos para una exposición que tendrá lugar en Francia, reuniendo a todos los ilustradores europeos de la saga de George R.R. Martin.
¿Cuándo surgió su pasión por la ilustración, el dibujo y el mundo de los cómics?
Mi padre es dibujante de publicidad y siempre hubo una mesa de dibujo en casa. Desde bien pequeño siempre tenía los típicos cómics de Mortadelo de la época, y con el tiempo pasé a revistas como ‘Creepy’ o ‘Zona 84’. Leerlos era lo más divertido del mundo para mí. Al ver que mi padre vivía de eso, pensaba: ‘La gente que dibuja estos cómics hace lo mismo que mi padre, se sienta delante de una mesa de dibujo y lo hacen’.
En 1984, con quince años, ganó un accésit en la II Semana Nacional de Cómic de Valladolid. ¿Aquello le animó a encaminar sus pasos hacia este oficio?
Sí. Aquello tenía algo que ver con el fanzine ‘Tintachina’, que editaba Fernando Bernabón, que abrió la primera tienda de cómic en Valladolid. Uno de los premios era publicar en su fanzine: aquella fue mi primera historieta que vio la luz y me sirvió de estímulo.
¿Sus padres le animaron en su vocación?
Sí, supongo que es una afición que desarrollas en tu casa, y no le plantea demasiados problemas a tus padres. Cuando decidí centrarme en esto intentaron alejarme un poco pero ya no hubo manera (ríe). Yo creo que mi padre pensaba que iría más encaminado al dibujo publicitario, que es el mundo que él conocía. De hecho estuve varios años haciendo publicidad en Valladolid, hasta que cuando abrió Burguer Chepps en el Paseo Zorrilla el dueño me encargó hacerle un par de carteles, donde quería incluir el lema: ‘Son los clientes los que vienen a comer la hamburguesa y no la hamburguesa a los clientes’. Ahí decidí dejar eso y dedicarme a ‘Creepy’…
En 1986, hace ahora 30 años, gana el concurso de la revista ‘Zona 84’ para dibujantes noveles y le contrata Josep Toutain. ¿Aquél fue el comienzo de todo?
Sí. Fue un premio a nivel nacional, y las revistas todavía en aquel momento se vendían bastante bien, al menos algunos títulos. Aún hoy hay gente que recuerda aquella publicación, la distribución y la manera en que las revistas pasaban de mano en mano era un altavoz bestial. Gracias a ese premio me encargó mi primera serie, que se llamó ‘Tragaldabas’, y empecé a trabajar con él hasta que llegó el declive de las revistas, que fueron cerrando una detrás de otra a comienzos de los 90.
¿Siempre tuvo claro que quería dedicarte a esto?
Sí, siempre he tenido claro queríadibujar. Cuando descubrí el cómic para mí sólo existían en realidad dos autores: Bernie Wrightson y Richard Corben, y ‘Tragaldabas’ es una mezcla de los dos. Entiendo que lo publicaran porque era un estilo muy tradicional para las revistas de la época, pero tampoco aportaba nada excesivamente original. Fue una manera de entrar en este mundo, que yo hacía por puro fanatismo. Con el paso del tiempo vas conociendo a otros autores y te vas abriendo a otras cosas.
¿Hoy siguen siendo sus faros de referencia?
Ya no. Me sigue gustando mucho el cómic americano, aún aporta muchas cosas, pero cada vez me gusta más el cómic francés y un montón de francotiradores que tienes ahora haciendo cómic en cuanto abres internet.
¿Qué aprendió de ellos en esa época, en sus inicios?
Me contagiaron un entusiasmo brutal por crear. Veías unas ganas de contar tremendas, sobre todo por parte de Corben, que siempre ha tenido un trazo muy particular. Yo creo que es el único autor de cómic que no se puede clasificar en ninguna corriente. Va por libre. Corben es una especie de bestia parda, que quería contar unas historias súper frikis y bestias, y que por pura necesidad trabajó y trabaja tanto y tan bien.
¿Hubo alguien que en esos primeros pasos fuera una especie de mentor para usted?
Recuerdo que cuando tenía quince años o así conocí a Jesús Redondo en la rienda de Bernadón, y pensé: ‘¡Oh Dios mío, un dibujante de cómic!’, y él me invitó a pasarme un día por su casa. Así lo hice y era alucinante ver cómo le llevabas una página que te había costado una semana de trabajo, Dios y ayuda, y él te ponía un papel de calco por encima y te lo dejaba perfecto, te corregía todos los errores en nada, en dos minutos. Para mí aquello era magia. Fue una escuela salvaje y magia pura. Nos enseñó un montón de cosas a nivel humano y a todos los niveles. Cuando ibas por primera vez a los salones de cómics él era quien te presentaba a todo el mundo, y esa experiencia fue muy importante: conocer a un profesional y ver la cantidad de horas de trabajo que dedicaba al día y lo sacrificado que era a la vez que gratificante. Eso me ayudó a decidirme por este camino.
De Valladolid han salido ilustradores y dibujantes de primer nivel internacional. ¿Hay explicación posible para esa confluencia?
En la época en la que yo trabajaba con Toutain, él te animaba mucho y te tiraba flores pero llegó un momento en que me dijo que yo tenía un estilo muy provinciano. En aquel momento me sentó muy mal, pero con el paso del tiempo creo que realmente hay una diferencia muy grande entre la gente que se dedica a esto en una ciudad grande y en un sitio pequeñito, donde está más o menos desconectado del mundo como era en su momento esto. Mantener tu estilo de vida, con tu círculo de amigos, al margen del circuito profesional, quizá te lleva a obsesionarte con menos autores y a trabajar de una manera más solitaria, y con el paso del tiempo de das cuenta de que adquieres algo que no tienen los demás. Es posible que ellos sean mucho más profesionales y rápidos, pero tú tienes algo diferente, y éste es un mundo en el que la originalidad se valora mucho.
Han pasado 30 años desde que entró en el circuito profesional. ¿Cómo ha visto la evolución del sector del cómic en España?
En los 90 cayeron todas las revistas, y luego Planeta intentó hacer novela gráfica con Línea Laberinto, que duró muy poquito con sueldos de miseria. El mercado se fragmentó, y el resultado de todo ese proceso es que ahora mismo se vive sin el prejuicio que existía entonces de pensar que no hubo nada como los tiempos de esplendor de las revistas. Hoy hay un público que ya no ha conocido aquello, y se ha implantado la novela gráfica, y se abordan temas que interesan a nivel social o biográfico, y eso es genial. Es un mercado pequeño, pero en el que hay mucho talento. Ahora las tiradas son muy cortas pero hay muchas editoriales, muchas más ediciones, y tienes un montón de novedades al mes. De tres años para acá las tiradas se han reducido prácticamente a la mitad, las ventas están muy mal pero en creatividad…
¿Cómo valora el momento creativo actual?
Es genial. Ahora mismo es una maravilla encontrarte con gente de veintipocos años que no sólo es que dibuje bien, sino que saben contar una historia y tienen una historia que contar. El mundo de la novela gráfica, de las posibilidades que ofrece internet de conocer lo que se está haciendo en todo el mundo, el webcómic… todo esto ha conducido a una explosión bestial de creatividad. Ahora mismo tenemos unos dibujantes, autores y guionistas impresionantes, trabajando para los principales mercados: Francia, Estados Unidos… A nivel creativo creo que nunca hemos estado mejor.
¿Cómo surgió la oportunidad de colaborar con en 2002 Gigamesh creando las portadas de la saga de George R.R. Martin, ‘Canción de hielo y fuego’?
He seguido haciendo cómic cuando he podido. Pero me he ido decantando por la ilustración, sobre todo por las portadas de libros. Alejo Cuervo, el editor de Gigamesh, era ya muy fan de Martin y conocía todos sus cuentos cortos de antes de que empezara a trabajar en televisión, y cuando iba a sacar el primer libro de ‘Juego de tronos’ me hizo un resumen verbal para encargarme la portada. Basándome en lo que me había contado, le hice una portada con un John Nieve como de 40 años, un lobo y una composición horrorosa donde parece que John Nieve está haciendo cualquier cosa con el lobo. Cuando sacaron esa edición me leí el libro y me quedé helado. Como lector siempre me he decantado por la literatura victoriana, y aquel libro fue prácticamente mi bautismo en la fantasía y me quedé loco, porque es un pasapáginas. No podía dejar de leer, y al terminar le pedí al editor hacer otra portada. Él me dijo, cuando se agote la primera edición, algo para lo que solía pasar un año, y dos meses depsués me estaba llamando para encargarme hacerla.
¿Sabe qué le ha parecido su trabajo al propio Martin?
He coincidido un par de veces con él en España, y es muy profesional y educado. Es un tío encantador, que te dice que tu trabajo le encanta.
Pesa mucho ahora enfrentarse a una nueva portada de la serie tras el estallido del fenómeno ‘Juego de tronos’.
Por un lado es muy divertido. Ilustrar al final es estar en tu casa haciendo lo que puedes. Es casi como estar en el baño, donde nadie ve lo que estás haciendo. Pero esto no. En el momento en que hago algo todo el mundo tiene algo que opinar, y me lo tomo como algo muy divertido. Al final yo seré para toda la vida el ilustrador de ‘Juego de tronos’, y piensas: ‘Bien, al menos soy algo’.
Ése es su trabajo con mayor repercusión, pero ¿es también el trabajo del que está más satisfecho o sería su álbum ‘El retrato de Dorian Grey’?
Sería este último, porque a mí lo que más me gusta es hacer cómic. La ilustración me encanta, me encanta pintar, hacer acuarelas… todo lo que tenga que ver con este mundo siempre es interesante, pero a mí lo que más me mueve es el cómic, y que me dejaran adaptar mi novela favorita de mi autor favorito fue una suerte brutal. Intenté hacerlo lo mejor que pude y todavía me sigue reportando alegrías.