El otro día tocó boda. Sentado en la mesa con otros invitados hablando un poco de todo, la conversación derivó súbitamente con tan sólo una pregunta. «¿Habéis visto el último de Juego de Tronos?» Me di cuenta de dos cosas: de cómo algo como una serie puede llegar a unir en una apasionada conversación a personas aparentemente inconexas y de lo poco (nada) que conozco del panorama de series televisivas en la actualidad.
No mientas
Sabes de qué están hablando perfectamente. Conoces a Jon Nieve, a los Lanister, el muro de hielo… Sí, no has visto ni un sólo capítulo de la serie pero sabes de qué va la cosa. Juego de Tronos ha triunfado de tal manera que es difícil no saber nada de ella. «No mientas» me decían, «seguro que algún capítulo has visto». No daban crédito mis compañeros de mesa cuando les decía que no había visto ni uno. «Imposible»; sí. Casi imposible.
Vivimos en una época en la que existen dos formatos televisivos que enganchan y de qué manera. Por un lado están los reality show; creo que no hay mucho que decir de ellos. Y el otro formato son las series. Triunfan y gozan de su mejor momento.
The Walking Dead, Juego de Tronos, Narcos… y tantas otras que ya han pasado y que vendrán. Funcionan; son las nuevas telenovelas para todos los públicos. Producciones millonarias que superan de largo a muchos de los films que se ruedan hoy día.
Me recuerdan al ese capítulo de tu novela de sobremesa que te leías antes de ir a dormir. Pero todo este asunto de las series tiene un componente social. En los bares, en los grupos de Wathsapp, en las mesas de las bodas, no se para de hablar de ellas.
Han llegado a dominarnos casi por completo. Y lo que es peor, casi no sabemos vivir sin series. Si no díganme: ¿nunca les ha pedido alguien que le recomiende una serie?
Pues eso. Capítulo a capítulo, temporada a temporada se adueñan de nuestros horarios, de nuestros televisores y casi de nuestras vidas.
Pero tranquilidad. Yo no he visto Juego de Tronos y sobreviví a la boda. Eso sí, me he dejado enganchar por alguna que otra serie. A día de hoy puedo continuar con mi vida sin ellas y lo más importante, no he perdido a ningún amigo. Aunque reconozco que me pierdo en muchas conversaciones.
A veces se agradece sentirse ajeno a algo que es casi de todos. Te hace sentir distinto.
Vean series, disfruten de la calidad que ofrecen. Conversen con sus amigos y vecinos. Vivan las series. Vívanlas. Ah, y no se olviden de las clásicas. Siguen siendo de las mejores.