Fermín Herrero ahonda en las conexiones entre la antigua poética china y castellana con ‘Húrgura’

La tímida y gradual reapertura de las librerías españolas cuenta ya en sus estanterías con ‘Húrgura’ (Editorial Páramo, 15 euros), el nuevo poemario del poeta soriano Fermín Herrero, en una edición ilustrada por las fotografías en blanco y negro de la fotoperiodista vallisoletana Henar Sastre. Con esta obra, el Premio Castilla y León de las Letras profundiza mediante “un manojo de poemillas” en las conexiones existentes entre la antigua poética china y castellana, que a su juicio comparten “sencillez y una lacónica forma de expresión”, además de estar ambas volcadas en “la naturaleza y el paisaje”.

Para Herrero, “la poesía china antigua tiene muchas características propias de la poesía castellana de toda la vida, la que procede del Arcipreste de Hita o de Jorge Manrique, una poesía austera y sencilla que no dice cosas muy metafóricas sino que respira pegada a una imagen; desde que empecé a leer a los poetas de la Dinastía Tang siempre he apreciado una afinidad de carácter entre ambas”, explica en declaraciones a Ical.

En una nota al lector que cierra el volumen, el poeta reconoce que, si le hubieran dado a elegir “en este vanidoso vicio de la poesía, sin duda hubiera optado por ser un poeta de la Dinastía Tang retirado a las montañas, a ser posible un discípulo mediocre del también pintor Wang Wei”, su autor predilecto, cuyos poemas definió ya en el siglo XVII Wang Shizhen como “puros y distantes como un agua límpida que se desliza a lo lejos”.

“Quienes conocen bien cómo escribo, como Jesús Munárriz, siempre han dicho que soy un poeta chino, no castellano”, reconoce el de Ausejo de la Sierra, que en la contraportada de su última obra aclara: “Los poemas que contiene este libro han sido escritos como vaga imitación de los juéjù de la literatura china clásica, de hace once, doce, trece o catorce siglos, una estrofa de versos, cuya extensión, algo más amplia, y la menor sujeción de su naturaleza, permiten una mayor respiración que la de los socorridos haikus japoneses”, a los que él ya recurrió en su poemario ‘La lengua de las campanas’ (2006).

“A mi edad el haiku me parece demasiado brillante y manido. Yo mismo lo utilizo con mis estudiantes en clase y estoy un poco saturado. En los juéjù con cuatro versos tienes un poco más de libertad, porque la base de ambos es la elipsis, pero en el haiku está todo mucho más constreñido”, explica a Ical.

Entre sus cuidadas páginas, ‘Húrgura’ captura la imagen de sensaciones, experiencias, vivencias y pensamientos que abordan al autor en escenarios rurales y urbanos, además de recoger escenas como la inicial de ‘El dulce porvenir’, de Atom Egoyan (Espiga de Oro en la Seminci en 1997), rendir tributo a su admirado Rikyu, el maestro zen de la ceremonia japonesa del té y toda una referencia para él en la necesidad de ‘esconder el estilo’ cuando se escribe, o deslizar envuelto en misterio alguno de sus propios miedos existenciales.

Los poemas que conforman ‘Húrgura’, según explica su autor, no se aglutinan en torno a una intención compartida o un tono que los una, como sucede en la mayoría de los poemarios que ha escrito a lo largo de su trayectoria, sino que fluyen como imágenes independientes hasta conformar un todo en el que no deja de reflejarse su propio espíritu.

El título

La palabra elegida como título del poemario también tiene su historia. Se trata de un término que, como Herrero explica en la propia publicación, solo se conoce a ambas laderas del puerto de Oncala, en la zona septentrional de la provincia de Soria, en las Tierras Altas que le vieron nacer. “Es una palabra que me fascina por su oscura eufonía aliterativa, aparte de que me recuerda los días, y particularmente noches, criminales de invierno en los que se levantaba el cierzo ladrón tras haber nevado a modo y la cellisca, en mi pueblo cillina, cegaba, impedía ver o desplazarse”, relata.

Según explica, se trata de un término que solo ha visto escribir a su paisano Abel Hernández, que asociaba el vocablo a “una onomatopeya del ruido que hace el viento agitando la nieve y resonando en las chimeneas”, aunque a diferencia de él Herrero ha decidido escribirla con hache “por intuición y porque tal vez derive de hurgar, en cuanto a batir, remover o agitar algo, en este caso la nieve suelta de los ribazos y sobre todo de los tejados”.

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