La moda y la sostenibilidad van cada vez más cogidas de la mano y lo que antes eran considerados desperdicios de salmón y bacalao ahora pueden transformarse en ropa, como demuestra la empresaria brasileña Fabiana Thorres.
Su empresa despegó hace un cuarto de siglo en Río de Janeiro y en Portugal lleva tres años con un proyecto que ha logrado una primera colección de ropa con treinta piezas.
Una decena de los modelos están elaborados con residuos de bacalao y salmón. Algunas las dejan a tamaño natural para que se vea cómo era el pez y su formato, otras las cortan en tiras y en otras lo dejan como detalle.
El proceso no es fácil, aunque no falta materia prima. El bacalao procedente de Noruega, Dinamarca o Finlandia se desala en Portugal, donde quedan toneladas de residuos.
Thorres obtiene las pieles del sector pesquero y, tras una selección, las que pueden ser válidas se envían a una curtiduría en el norte del país.
La piel del salmón y del bacalao es muy resistente, más delicada que el cuero, similar a la de cabra y destaca por su creatividad, además de que no huele.
La empresaria se estrenó en la ‘moda con peces’ en la Amazonia, con pieles de salmón, tilapia y pirarucú.
Se trata de un modelo de ‘economía azul’ que permite aprovechar el uso de residuos de pescado para la elaboración de bolsos, cinturones, zapatos, carteras y ropa.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura creó en 2017 la Iniciativa de Crecimiento Azul para promover la innovación en comunidades costeras mediante prácticas como el uso de restos de pescado para fabricar ropa.